miércoles, 30 de mayo de 2012

Teror, patrimonio oral y sonoro de Gran Canaria


Romance del estanque derrumbado en Llano Roque

El legado cultural de un pueblo no se limita a sus manifestaciones tangibles ―caso de los monumentos y colecciones de objetos― sino que también comprende tradiciones y locuciones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas de generación en generación. Tales expresiones, agrupadas bajo el calificativo de «patrimonio cultural inmaterial» comprenden formas tan variadas como las artes del espectáculo, los rituales y actos festivos, los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo, los saberes y técnicas artesanales tradicionales y, por supuesto, las tradiciones y expresiones orales. Dentro de estas últimas, cabe destacar la existencia de una ingente variedad de formas habladas, tales como proverbios, adivinanzas, cuentos, canciones infantiles, cantos y plegarias, así como mitos y leyendas, entre un largo etcétera. La localidad de Teror es relativamente rica en lo que a manifestaciones culturales inmateriales o intangibles se refiere. Sirva como ejemplo destacado el caso de su Rancho de Ánimas, el único ―junto con los de los municipios de Valsequillo y la Aldea de San Nicolás―existente en la isla de Gran Canaria. También es el caso de algunas frases o sentencias populares privativas de nuestra Villa, algunas de las cuales se encuentra ―tal como ha señalado el profesor Gonzalo Ortega Ojeda― en franco proceso de decadencia.

Conscientes de la enorme riqueza de todo este legado, pero también de su extremada fragilidad, iniciamos una nueva sección que bajo el lema de «Teror, patrimonio oral y sonoro de Gran Canaria» pretende registrar y legar para el futuro el mayor número posible de manifestaciones culturales intangibles, conservadas en la memoria de nuestros mayores ―quienes a su vez― las heredaron de sus padres y abuelos. Y lo hacemos con un romance recitado hace pocas semanas por doña María del Pino Alfonso Naranjo ―conocida como Sara― vecina de Teror en el barrio de los Llanos. El relato en cuestión nos narra un suceso que tuvo lugar en nuestra Villa, hace ya más de 61 años, y que impresionó y sobrecogió a todos sus vecinos, hasta el punto de que aún son muchos los que lo recuerdan. Efectivamente, en la noche del martes 16 de enero de 1951, el paraje conocido por Casa Matos, en el barrio de los Arbejales, se sobresaltó con el derrumbamiento de un estanque de mucha capacidad, que arrasó la vivienda del vecino de la localidad, Agustín Jiménez Montesdeoca. Lo aparatoso del accidente, no impidió sin embargo que el humilde labrador ―junto con su esposa y tres hijos― resultara milagrosamente ileso.

Sobre estas líneas una instantánea donde figuran de izquierda a derecha, el párroco de Arbejales, don Faustino Alonso Rodríguez, el labrador don Agustín Jiménez Montesdeoca, así como el resto de miembros de su familia. Tras ellos, la vivienda donde habitaban semi-derruida por los efectos del estanque derrumbado. Fotografía cedida por gentileza de Pepe Déniz.

La prensa de la época nos ofrece más detalles sobre lo acontecido. Así, sabemos que todos los miembros de la familia fueron arrastrados, junto con sus enseres personales, por la furiosa corriente de agua durante un largo trecho. El cabeza de familia y los hijos fueron detenidos por unos árboles que les sirvieron de freno e improvisado refugio, mientras que la esposa fue a parar unos 250 metros corriente abajo. No obstante y como ya señalamos, ninguno de ellos resultó gravemente herido, salvo algunas magulladuras y erosiones. Contaron los desventurados con la ayuda del vecindario, así como con la del párroco don Faustino Alonso Rodríguez, quien intercedió ante las autoridades locales consiguiendo una ayuda de 2500 pesetas, costeadas por el gobernador civil, con las que sufragar la pérdida de la vivienda y del ajuar familiar. Testigo presencial de todo lo sucedido fue una jovencita «Sara» quien con apenas 11 años retuvo para siempre en su memoria ―y sin saber muy bien cómo― el romance improvisado por un tal José Cáceres, quien procedente del barrio aruquense de los Portales dio cuenta de lo sucedido con todo lujo de detalles. Hoy, más de 60 años después y gracias a la inestimable colaboración de «Sara» y de su familia, transcribimos el mentado romance y publicamos la entrevista que mantuvimos con ella hace escaso tiempo. Con ella damos inicio a la primera entrega de esta nueva sección.

Gustavo A. Trujillo Yánez

ENTREVISTA REALIZADA A DOÑA MARÍA DEL PINO ALFONSO NARANJO:


ROMANCE DEL ESTANQUE DERRUMBADO EN LLANO ROQUE:

El pueblo de Llano Roque
Que pertenece a Teror,
Cerca de las diez de la noche
Un tanque se derrumbó.

Cinco personas dormían
En su cama eternamente,
Vino una tromba de agua
Les despertó de repente.

Cuando ya iba nadando
El padre de esa familia,
Lo único que pensaba
Que era una pesadilla.

Cuando ya iba con prisa
Con prisa y sin parar,
Encuentra a sus tres hijitos
Agarrados de un nogal.

Y más faltaba su esposa
Que más lejos fue a parar,
Que no encontró ningún árbol
Donde poderse agarrar.

Cuando estaban todos juntos
Les dieron gracias a Dios,
Por haberles librado
De aquel tremendo apretón.

Al cura de Llano Roque
Lo queremos de verdad,
Que ha dado mucho dinero
Para ropa que comprar.

El señor gobernador
Por lo bien que se ha portado,
Que ha dado mucho dinero
Pa los pobres desgraciados.

Yo me llamo José Cáceres
Y vivo en los Portales,
Tengo una novia en Lo Montero
Que pertenece a Arbejales.

PARA SABER MÁS:

HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, Vicente y SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Julio: Arbejales. Edita EYPASA: Madrid, 1995 (segunda edición).

«Sucesos y sucesillos», periódico La Provincia, jueves 18 de enero de 1951, página quinta.

viernes, 11 de mayo de 2012

Teror y sus primeras imágenes (y IV)


Viene de: Teror y sus primeras imágenes (III)


La imagen que nos ocupa, es ―hecha la excepción de los planos de la iglesia y del casco histórico, trazados por el coronel don Antonio de la Rocha― la de mayor antigüedad de que se tiene noticia, sobre la Basílica del Pino y su entorno. Concebida para decorar las puertas del llamado Armario de la Caridad o Filipino ―perteneciente a la Cofradía del Rosario y custodiado en el Museo Diocesano de Arte Sacro de la Catedral de Canarias― nos presenta, como si de una instantánea se tratara, la actual Basílica del Pino, rodeada por casas de amplias balconadas y precedida por la desparecida pila o fuente de abasto público, constituyendo un documento gráfico de gran valor histórico.


Armario de la caridad o filipino. En una de sus puertas puede  observarse la imagen más antigua que se conoce de la actual Basílica del Pino. Fuente: La Huella y la Senda (2003).

Este sencillo e ingenuo dibujo se encuentra enmarcado en uno de los cuarterones en los que se dividen las puertas del citado armario. Su fondo de color encarnado y con motivos en pan de oro, constituye un ejemplo del gusto que se introduce en Canarias durante la segunda mitad del siglo XVIII, por el empleo de motivos florales o chinescos ―denominados chinoiseries― para ornamentar la superficie de los muebles y enseres de la aristocracia insular.

Vista del lugar de Teror. Cuarterón del armario de la caridad (31 x 27 cm.). Autor de las fotografías: Héctor Vera. 
Propiedad: Museo Diocesano de Arte Sacro de Las Palmas de Gran Canaria. Diócesis de Canarias.

Por lo que se refiere al momento de su realización, debemos tomar como referencia la fecha que figura en el interior del mentado ropero, 1771. De hecho, el icono nos muestra una perspectiva del santuario terorense tal y como debió haber sido antes de las obras de reparación a las que fue sometido a principios del siglo XIX. Es decir, sin la presencia de la balaustrada y los florones que actualmente lo rematan, mientras que el perfil de la espadaña carece de los perillones y la venera que la coronan, así como del ojo de buey que alberga el reloj.


La ilustración que nos ocupa nos permite comprobar que en sus orígenes (si la comparamos con la fotografía de Teodoro Maisch de la década de 1920) la iglesia de Teror carecía de la balaustrada y los florones que actualmente la rematan. Asimismo, el perfil de la espadaña carece de los perillones y la venera que la coronan, así como del ojo de buey sobre el que está colocado el reloj.

Precede la escena la desaparecida pila o fuente de abasto público, situada en la plaza principal y de la que se tiene constancia desde el año 1767, momento en que fue citada por Diego Álvarez de Silva, quien señaló su ubicación delante de la iglesia. Como ha señalado el profesor Vicente Suárez Grimón, en su construcción, probablemente bajo la dirección del coronel don Antonio de la Rocha, gastó la fábrica parroquial unos 380 reales. Años después, concretamente en 1793, la fuente tuvo que haber sido sometida a restauración renuevo, según se desprende de lo anotado por Isidoro Romero y Ceballos, bajo cuyo consejo fue nuevamente fabricada: «En este mes [septiembre] se concluió y estrenó el pilar de agua del abasto público que está en la plaza (…) Y io intervine y dirigí dicha obra».

Antigua pila o fuente de abasto, en la Plaza del Pino.

Arriero transportando mercancías con sus bestias.

Miliciano, sacerdotes y figuras femeninas en la plaza.

Completan la acción los tipos humanos representados, tales como el arriero con sus bestias, el miliciano, el sacerdote, una señora en compañía de su hija o el personaje que figura junto al pilar sosteniendo lo que parece ser un bastón o vara ―quizá la vara de alcalde― ataviados según los cánones y a la moda del momento, lo que sin duda viene a enriquecer, aún más si cabe, esta hermosa viñeta.

Gustavo A. Trujillo Yánez

PARA SABER MÁS:

RODRÍGUEZ MARTÍN, Rosa Elvira: «Armario de la caridad o filipino», en La Huella y la Senda, catálogo de la exposición del mismo nombre). Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias – Diócesis de Canarias: Islas Canarias, 2003, pp. 495-496.

TRUJILLO YÁNEZ, Gustavo A.: «Vista del lugar de Teror», en Arte, naturaleza y piedad. Miradas de la Basílica del Pino, catálogo de la exposición del mismo nombre. Anroart Ediciones S.L.: Las Palmas de Gran Canaria, 2010, pp. 133-135.

jueves, 10 de mayo de 2012

Teror y sus primeras imágenes (III)


Viene de: Teror y sus primeras imágenes (II)


En las dos primeras entradas de esta sección dedicada a las primeras imágenes de la localidad de Teror ―anteriores a la invención de la fotografía― mostramos y comentamos de forma muy breve y sucinta, la ubicación de este lugar en los mapas de Leonardo Torriani (1592) y Pedro Agustín del Castillo (1686). En su momento, ya comentamos que en ninguno de los dos casos se hace una representación fidedigna o en detalle de la localidad, ya que de lo que se trataba era de su ubicación geográfica en el mapa de Gran Canaria. No obstante, el simple hecho de que ya aparezca desde fechas tan tempranas nos demuestra que Teror o Terore ―como fue conocido durante el siglo XVI y primeras décadas del XVII― además de ser un lugar con suficiente entidad como para figurar en los citados documentos, es uno de los núcleos de población más antiguos de la isla.

El pino de la Virgen a la entrada del lugar. Dibujo atribuido a Tomás Marín de Cubas, h. 1682. Autor de las fotografías: Fernando Cova del Pino. Propiedad: Biblioteca Pública Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife.

El Pino de la Virgen desde el pie del barranco.

En esta nueva ocasión, los iconos que mostramos nos descubren ―con vocación de fidelidad― la imagen conocida más antigua de nuestra localidad. Nos referimos a los dos dibujos del Pino Santo de Teror, realizados por el historiador Tomás Marín de Cubas, en torno al año 1682, si tomamos como referencia lo señalado por el propio autor en su Historia de las Siete Yslas de Canaria (1687): «dos años antes [de la caída del árbol, en 1684] copié este árbol por dos partes, a la entrada de el lugar i desde el pie del barranco». A pesar de todo, de ambos dibujos no se volvió a tener más conocimiento hasta el año 1990, momento en que fueron hallados en la Biblioteca Pública Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife por el investigador José Barrios García. Así por ejemplo, Ignacio Quintana y Santiago Cazorla, aunque los mencionan en su libro La Virgen del Pino en la historia de Gran Canaria (1971) no pudieron verlos, desconociendo por completo cualquier noticia sobre su paradero.
El valor de ambos iconos es simplemente excepcional, ya que nos muestran la única imagen fidedigna del Pino Santo, ya que el resto de representaciones que se han hecho del árbol no se ajustan a la realidad, pues en su totalidad fueron realizadas muchos años después de su caída, ocurrida el lunes 3 de abril de 1684. De esta manera y gracias al hallazgo de estos dos dibujos, podemos contemplar y hacernos una idea bastante aproximada del aspecto que debió tener este espécimen de pino canario (Pinus canariensis), del que todas las fuentes coinciden en señalar su eminencia y majestuosidad. Un árbol, que al igual que la imagen titular de la parroquia, también era objeto del culto y la veneración de los devotos que acudían a Teror. De esta manera, está documentado el uso de su resina y de sus frutos con fines terapéuticos, pues al parecer ésta fue empleada a modo de emplasto para todo tipo de heridas o llagas, mientras que las piñas solían ser molidas para luego ser tomadas con agua o vino, siendo eficaces en el tratamiento de las llamadas «calenturas» o fiebres. También fueron empleadas como reliquias, para lo cual solían ser engastadas en oro o plata. Estas propiedades medicinales fueron extensivas al agua santa que se dice que brotaba del tronco del Pino, de la que existen todo tipo de noticias y descripciones, llegándose a señalar que fue empleada tanto para ser bebida, como para baños con fines curativos.

Detalle de la puerta principal o del Sol, de la campana y de la cerca o muralla almenada que rodeaba el tronco del Pino de la Virgen.

Otros detalles que nos muestran los iconos es la situación del árbol a escasa distancia de la puerta principal del templo parroquial, una circunstancia que cuenta con el apoyo de las fuentes escritas. Sirva como ejemplo este fragmento de la Topografía de fray José de Sosa (1678): «Estaba este milagroso árbol delante de la puerta principal de la iglesia quatro o seis passos». Esta cercanía del árbol con el templo produjo constantes quebrantos y deterioros en el inmueble. Buena muestra de ello nos lo ofrece la declaración del octogenario natural de Teror, Juan Hernández Ramírez:

«Y save [por] haverlo visto, que las rayses del dicho Pino entraban hasta el altar mayor, porque se acuerda que avriendo la sepultura de Luis de María, que está la primera que está junto a las gradas del altar, descubrieron una raíz tal, que no se pudo cortar ni quitar, que fue [pre]siso hacer la dicha sepultura por un lado. Y que se acuerda como si la viera aora estar verde y fresca».

Detalle del último de los tres dragos del Pino de Teror. Entre sus raíces se cuenta que hubo una pequeña laja o piedresica donde estaban señalados los pies de la Patrona. La tradición señalaba que fue en este lugar donde se apareció de forma milagrosa la imagen de Ntra. Sra. del Pino.

Otro de los detalles que podemos observar nos lo ofrece la campana que colgaba de una de las ramas del árbol y que sabemos que formaba pareja con otra. Precisamente sobre las dos campanas que pendían del pino se hicieron eco algunos de los testigos que depusieron en la Información sobre su caída. De esta manera, el vecino de Teror, Gregorio Hernández, afirmaba que ayudó a sujetar la escalera y a quitar las campanas momentos antes de su fatal caída, resultando ileso durante la operación, pues al tiempo que caía el árbol «tenía el rostro llegado al dicho Pino para haser fuerza para quitar los hierros. Y que el dicho Pino le hiba desviando o rempujando, y el oyendo que estava dando los estrallidos. Y que acabó de quitar el arco y toda la gente de fuera dándole voces que se quitara que el Pino estaba cayendo». Asimismo y al pie del Pino, puede observarse una cerca o muralla almenada, de la que sabemos que fue mandada a levantar en 1629 por el obispo don Cristóbal de la Cámara y Murga, para evitar el expolio del árbol santo. Finalmente, los citados dibujos nos muestran sendas perspectivas de la segunda iglesia que acogió a la imagen del Pino, abierta al culto en torno a los años 1607-1608, hasta 1760, momento en que fue demolida para construir la actual Basílica. Se trataba de un edificio de tres naves, con cuatro pilares circulares en cada una de ellas y cinco arcos. Asimismo, contaba con un presbiterio y dos capillas que flanqueaban el crucero, cubierto con armadura. En definitiva, los dibujos del Pino Santo de Teror y de la segunda iglesia que acogió a la imagen de Nuestra Señora del Pino, son de un valor gráfico y documental incalculable, pues como dijimos más arriba, nos muestran la primera imagen fidedigna del lugar de Teror y de su templo parroquial.

Gustavo A. Trujillo Yánez

PARA SABER MÁS:

ALZOLA, José Miguel: «Iconografía de la Virgen del Pino», separata de la Revista El Museo Canario, núms. 73-74, 1960, pp. 51-77.

BARRIOS GARCÍA, José: “Dos dibujos del Pino de Aterure”, en Strenae Emmanvelae Marrero Oblatae, Santa Cruz de Tenerife: Universidad de La Laguna, 1993, Vol. 1, pp. 111-130.

GARCÍA ORTEGA, José: Historia del culto a la venerada imagen de Nuestra Señora del Pino. Librería y tipografía católica: Santa Cruz de Tenerife, 1936.

HERNÁNDEZ SOCORRO, María de los Reyes y CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, José: El patrimonio histórico de la Basílica del Pino de Teror. Cuadernos de Patrimonio Histórico nº 5. Cabildo de Gran Canaria: Las Palmas de Gran Canaria, 2005.

QUINTANA, Ignacio y CAZORLA, Santiago: La Virgen del Pino en la historia de Gran Canaria. Prólogo de Joaquín Artiles. Litografía Saavedra-La Naval: Las Palmas de Gran Canaria, 1971.

SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Julio: Las iglesias de Nuestra Señora del Pino y las ermitas de Teror. Colección In diebus illis, vol. II. Edita José Sánchez Peñate S.A.: Islas Canarias, 2008.

sábado, 5 de mayo de 2012

La Cruz del Pino Santo de Teror


El paisaje de Teror está salpicado de cruces. La piedad popular las ha dispuesto en las orillas de los caminos, en el borde de los estanques o al filo de empinados precipicios. Generalmente han sido colocadas para señalizar el paraje donde tuvo lugar una muerte violenta o en extrañas circunstancias ―caso de la Cruz del Peñón Chiquito― aunque también han sido erigidas por otro tipo de motivaciones, como ocurre con la denominada Cruz o Monumento de la Cruz Verde, el Humilladero de la Virgen, la Cruz del Siglo o la Cruz de los Caídos, entre otras. Entre estas últimas ―aunque ya desaparecida― cabe mencionar la cruz que señaló el lugar donde la tradición fijó la aparición portentosa de la imagen de Nuestra Señora del Pino. Nos referimos a la Cruz del Pino Santo de Teror, de la que contamos con algunas referencias sobre su transitoria existencia. 

Cruz de madera en el Camarín de la Basílica de Ntra. Sra. del Pino. Sobre esta pequeña cruz se cuenta que fue confeccionada con la madera del Pino Santo de la Virgen, extremo que no estamos en condición de poder confirmar. Fotografía del autor.

Su presencia en el árbol de la aparición reforzó el carácter sagrado que los devotos de la imagen confirieron al lugar donde presuntamente se apareció la Patrona de Gran Canaria. Recordemos, que desde el siglo XVI comenzó a gestarse el relato de su hallazgo prodigioso entre las ramas de un pino, que con el tiempo dio nombre a la advocación. Precisamente, uno de los capítulos más curiosos de esta leyenda piadosa señalaba que en el lugar del hallazgo había tres pequeños dragos de una sola copa ―plantados en el mismo pino― y que entre sus raíces se hallaba una pequeña laja que contenía impresos los pies de la Patrona. Muy pocas fueron las personas que llegaron a ver con sus propios ojos esta extraña reliquia. Movidos por la piedad y, acaso por la curiosidad, se llevaron a cabo dos escaladas al árbol de la aparición. La primera de ellas durante el mandato del obispo Cristóbal de la Cámara y Murga, y la segunda durante el pontificado de Francisco Sánchez de Villanueva. Precisamente fue en alguna de estas dos ocasiones en las que se colocó la cruz a la que nos estamos refiriendo. Sin embargo, las fuentes no se muestran coincidentes en indicar en cuál de las dos referidas escaladas se fijó la cruz en el árbol.  En cambio, parece que las diferentes versiones que existen sobre este episodio coinciden en señalar a un «forastero», concretamente a un «mozo portugués», como al encargado de dejar colocado el mentado símbolo. Añaden algunos de los testigos de la llamada Información de la caída del Pino (1684), que en aquella ocasión el extranjero llevó un clavo para dejar bien sujeta la cruz. Sin embargo, al llegar al lugar escogido el clavo se le cayó, razón por la cual se vio precisado a usar la barrena que llevaba consigo para perforar el tronco del pino. Sea como fuere, la cruz permaneció durante unos cincuenta años en el lugar donde supuestamente tuvo lugar la maravillosa aparición de la imagen titular de la parroquia. Su desaparición tuvo lugar años antes de la caída del Pino Santo, ocurrida el lunes 3 de abril de 1684. Hoy, más de 300 años después, la recordamos y le dedicamos estas breves líneas.

Gustavo A. Trujillo Yánez

 
Posible dibujo de la Cruz del Pino Santo de Teror (detalle). Atribuido a Tomás Marín de Cubas (h. 1682). Autor de la fotografía: Fernando Cova del Pino. Propiedad: Biblioteca Pública Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife.
  
ANEXO: DIFERENTES VERSIONES SOBRE EL ORIGEN DE LA CRUZ DEL PINO SANTO DE TEROR.

Testificación del licenciado don Blas Rodríguez, presbítero y cura de Tejeda (1684):

«Oyó desir a su madre, Gegroria Gil, vesina y natural que fue de dicho lugar, que en tiempo del reverendo señor obispo don Cristóval de la Cámara y Murga, y estando actualmente en este lugar subió al Santo Pino un forastero, que dicen hera portugués. Y volviendo avajo dio rasón que en el Pino, entre unos ramos, los más altos, estaban tres draguitos pequeños, y que en el pie de ellos estaba una laja, y que en ella estaban unas plantas o pies señaladas. Y que este dicho volvió a subir y llebó una cruz hecha de madera para poner en el dicho Pino. Y llebando clavo para clavarla se le cayó el clavo y fijó la dicha cruz con la barrena que llebó para dar barreno. Y save por haverla visto, se alló oy de presente la barrena en el dicho Pino. Y la cruz se havía caydo años ha».

Tomás Marín de Cubas (1687):

«Un señor obispo hizo subir a un moso portuguéz porque no se hallaba quien osase en tanta eminencia ariesgase su vida, i dexó puesta una pequeña cruz a lo alto de este árbol por mandado de el obispo».

Fray Diego Henríquez (1714):

«Subió el otro lo alto del Pino más de doce años después; llevó consigo una pequeña cruz para colocarla arriba; llegó al lugar de la sagrada piedra, registró bien con los ojos lo que no pudo con las manos y pasando de allí a lo más alto del Pino, al ir a fijar la cruz en su remate se halló o sin clavo o sin martillo. Llevó consigo la barrena y viendo que en aquella ocasión solo ella podía suplir la falta, torcióla en la cruz y el Pino, y dejándola de clavo quedó la cruz colocada en lo más alto de aquel excelso árbol».